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Además de todas las consideraciones éticas que podrían mencionarse, entre las cuales aparece el principal derecho fundamental: el derecho a la vida y a la integridad física, lo cierto es que la corrección a posteriori de los daños causados a un trabajador que sufra una lesión derivada de un accidente de trabajo o enfermedad profesional es, con frecuencia, irreparable o muy difícil y, siempre, costosa.

EL COSTE DE LOS ACCIDENTES DE TRABAJO Y ENFERMEDADES PROFESIONALES
El coste real de los A.T. y E.P. es mucho mayor que los costes aparentes o, si se quiere, los costes directos. Existen los costes indirectos que son mucho mayores.

A modo de ejemplo, hay estudios que señalan que por cada unidad monetaria de coste directamente imputable a un accidente, los costes indirectos están comprendidos entre 5 y 50 veces más. En el mejor de los casos, la mayoría de los estudios indican que los costes indirectos son, como mínimo, cinco veces superiores a los costes directos.

Sin ánimo de agotar los costes que implica un accidente, además de los salarios de baja, gastos médicos y asistenciales de todo tipo, podemos indicar:

- Complementos por Incapacidad Temporal.

- Recargos de prestaciones por falta de medidas de seguridad.

- Sanciones administrativas y de otro orden.

- Costes salariales de los tiempos empleados en atender al accidentado, de los médicos o personal de asistencia, del personal técnico, etc.

- Costes derivados de la contratación de un sustituto y su formación.

- Costes de reparación o sustitución de los equipos.

- Honorarios profesionales.

- Cierre o suspensión de la actividad, o de la clasificación para contratar con las Administraciones Públicas.

De todo ésto cabe inferir, junto a la Comisión Europea (Manual de Auditoría interna para PYMES) que proteger los recursos humanos contra los accidentes constituye no sólo una obligación legal, sino un factor de competitividad.

Hay que tener en cuenta que el accidente de trabajo no es sólo un costoso tributo humano y el pago de una prima de seguro, sino que es el indicador de una mala gestión de los recursos y de perturbaciones importantes en el proceso de producción.

Según estudios realizados por organismos europeos, un 80% de los costes de la falta de calidad de las condiciones de trabajo motivadoras de accidentes son imputables a errores de gestión, que se distribuyen en fases anteriores al proceso productivo (mala elección de los equipos o producto, etc.), finalizando en la ejecución material del trabajo.

Aproximadamente, un 20% de estos costes se deben a errores en la ejecución propiamente dicha.

El coste total de las disfunciones o defectos de calidad que ponen de manifiesto los accidentes de trabajo se evalúa en el 15% del volumen de negocio de la empresa, según la Comisión Europea.

Con ello se pone de manifiesto que la opinión de J.M. Favergé "cuanto más alta es la posición jerárquica de una persona, mayor es su tendencia a considerar que los accidentes se deben a una imprudencia humana" obedece a una concepción que debe corregirse mediante una política preventiva integrada en todos los niveles organizativos de una empresa.

La Comisión Europea en su comunicación sobre la política industrial en un entorno abierto y competitivo, advierte que la calidad y seguridad suponen unos factores decisivos al potenciar y favorecer la competitividad lo que redunda en beneficio de todos los agentes sociales. La calidad de las condiciones de trabajo debe estar incluida dentro del sistema de calidad de una empresa. Es importante detectar cualquier punto débil y adoptar las medidas que correspondan para que deje de serlo.

Además, no es posible la calidad sin seguridad ni la seguridad sin calidad. Y al hablar de calidad, hablamos de productividad, de mercado y de pervivencia de la empresa. La empresa que desprecia la seguridad, en el fondo, está despreciando la calidad y está poniendo en entredicho el futuro de la propia empresa.

Citando a Gary S. Becker (premio Nobel de Economía en 1992), "el incremento de la productividad en las empresas viene motivado, en una parte importante, por las inversiones en la mejora de las condiciones de trabajo y, por otra, por las inversiones en la formación a todos los niveles, incluyendo los niveles directivos de la empresa".

Resulta crucial, pues, partir del convencimiento de la necesidad de diseñar, mantener y controlar unas buenas condiciones -de calidad- de trabajo. Se impone, además, un clima de mutua confianza y colaboración con los trabajadores, ya que son asuntos donde los intereses de unos y otros confluyen o, dicho de otra forma, el tema de la calidad y mejora de las condiciones de trabajo son áreas de interés compartido.

De aquí, el valor de unos cauces de comunicación y participación.

LA IMPLANTACIÓN DE UN SISTEMA DE GESTIÓN DE PREVENCIÓN DE RIESGOS LABORALES

La gestión de la prevención de los riesgos laborales debe estar integrada en la gestión global de la empresa, con la determinación de unos objetivos de calidad y planificando y organizando la actividad preventiva en el conjunto del sistema productivo y de la organización de la empresa como si fuera un área más de la misma.

Para alcanzar su máxima eficacia debe influir en todas las decisiones y actividades de la empresa, así como estar estrechamente unida a otras afines, especialmente las relacionadas con el medio ambiente exterior, la seguridad industrial y la seguridad patrimonial.

Según la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, el empresario deberá realizar la prevención mediante la adopción de cuantas medidas sean necesarias.

El empresario planificará estas medidas de acuerdo con los resultados de la evaluación inicial de los riesgos existentes, debiendo destinar para ello los medios humanos y materiales necesarios.

Es claro que la prevención es inseparable de la organización del trabajo, y su integración exige que se atribuyan responsabilidades por toda la estructura organizativa de la empresa. Así mismo, la prevención será continuada en el tiempo, es decir, no se trata de una actuación puntual y limitada temporalmente, sino que sus principios y contenidos forman parte de la cultura y quehacer diario de la empresa.

Una política eficaz de prevención de riesgos laborales en la empresa contribuye a una mejor gestión de la misma, aportando y haciendo más eficientes los recursos humanos y materiales, reduciendo costes de todo tipo (sobre todo por pérdidas con ocasión de incidentes, accidentes, absentismo, errores,...) y salvaguardando responsabilidades legales.

De acuerdo con las características de la empresa, es conveniente que se diseñe y exprese la política empresarial en materia preventiva en forma de principios, directrices y criterios que deben seguirse para la consecución de sus fines, e incluso, englobándola en la definición de los objetivos esenciales de la empresa.

Según la Norma UNE 81900 EX, relativa a las reglas generales para la implantación de un sistema de gestión de la prevención de riesgos laborales, el empresario, y en su nombre la dirección de la empresa, al definir la política de prevención de riesgos, debe procurar que ésta:

- Sea la adecuada para su actividad y conciba a la prevención como parte integrante de la gestión.

- Determine el compromiso de alcanzar un alto nivel de protección de la seguridad y la salud de los trabajadores a su servicio por medio de la continuada mejora de las condiciones de trabajo a partir del mínimo consistente en el cumplimiento de la normativa de riesgos laborales vigente.

- Establezca que la gestión de la prevención de riesgos laborales incumbe a todos los que integran la empresa u organización, desde la dirección hasta el empleado menos cualificado, lo que implica la correspondiente responsabilidad.

- Se conozca, comprenda, desarrolle y mantenga actualizada por todos la organización en todos sus niveles.

- Sea coherente con otras políticas de la empresa, especialmente las de recursos humanos destinadas al bienestar de los trabajadores.

- Garantice la participación y la información de todos los trabajadores, así como el derecho de éstos a ser consultados con el fin de ir consiguiendo la mejora continuada del sistema de gestión.

- Sea actualizada periódicamente mediante su adaptación al progreso técnico y facilite la realización de auditorías sistemáticas, tanto internas como externas, que verifiquen el cumplimiento de los objetivos marcados por esta política.

- Asuma la adopción y difusión de sus objetivos a toda la organización.

- Garantice a todos los trabajadores una formación, teórica y práctica, suficiente, para lo que asignará los recursos humanos.

La implantación efectiva de una adecuada política en la empresa supone, además de su integración en la estructura organizativa y en el proceso productivo, la asignación de unos recursos y una planificación de la actividad preventiva. En cuanto a la actividad específicamente preventiva, es decir, la atribuída por la Ley de Prevención a los Servicios de Prevención en el artículo 31 y en el Reglamento específico, la empresa o entidad debe acometerla con sus propios medios humanos y materiales. Es decir, la actividad preventiva es conveniente que se desarrolle en el seno de la empresa. En el caso de que estos medios no fueran suficientes para conseguir un nivel de protección de la seguridad y salud, se debe recurrir a servicios externos o ajenos, competentes, para completar esta actividad preventiva. Es decir, el carácter de estos servicios ajenos es de complementariedad a lo existente dentro de la empresa, nunca deben ser considerados sustitutivos de la organización de prevención propia.

En todo caso, la implantación de un sistema de gestión de la prevención supondrá siempre una decisión empresarial sobre el sistema a aplicar, dependiendo de múltiples factores y características de la empresa, como son el tamaño de la misma, la actividad que desarrolla que será determinante en cuanto a los riesgos existentes, las condiciones de trabajo y la forma de organización y sistema productivo.

De cara a sistematizar las actuaciones que consideramos imprescindibles para dar cumplimiento a lo establecido en la legislación, hemos indicado una serie de acciones necesarias para gestionar un área cualquiera dentro de la empresa. Éstas son:

- Planificación
- Organización
- Dirección - Objetivos
- Ejecución - Presupuesto
- Control

y, dentro de cada una de ellas, las actuaciones concretas de prevención de riesgos laborales, como área propia dentro de toda empresa.

Como final de esta introducción, hemos de enfatizar el hecho de que, en general, las empresas triunfan en aquellas políticas y áreas en las que realizan una apuesta firme, da igual que vengan referidas a ventas, producción, calidad o reducción de gastos. Por tanto, para que la prevención de riesgos sea una realidad, los responsables de la misma tiene que declararla como un área prioritaria, y articular una prevención integral e integrada.

En este sentido, tiene que haber un sistema de gestión de la prevención en la empresa, pero no como algo independiente del sistema productivo o de calidad o de medio ambiente. Los procedimientos de trabajo en la empresa tienen que contemplar tanto la eficiencia como la calidad, la seguridad y el medio ambiente; pero además de contemplarlo, tiene que asumirlo todos.

Y desde el punto de vista del trabajador, ésto se traduce en que hay que formarle en su oficio o profesión de manera integral, hay que enseñarle a realizar un trabajo con seguridad. Un trabajador que conoce muy bien su profesión, en toda la extensión de la palabra, se accidenta menos que uno que no la domina. Esta formación no sólo debe ser técnica y, luego, coyunturalmente, añadir una formación en materia de seguridad. La responsabilidad social de la empresa también debe asumir este aspecto.